El pasado 29 de octubre, Manuel Mederos en su espacio La arista, de este periódico publicaba un artículo titulado: Jóvenes canarios en el exilio. Confieso que siempre leo a Mederos, y unas veces comparto sus análisis y otras no, pero este artículo sencillamente me ha parecido demoledoramente real, al margen de la brillantez con la que recoge el sentir de nuestros jóvenes.
Sé lo que es emigrar, no en vano, lo viví en mis propias carnes desde que tengo 21 años y se prolongó veinte años en el tiempo. En efecto, la búsqueda de mercado para los productos hortofrutícolas que producía la empresa de mi padre, me llevó a vivir a Londres, donde aprendí a colocar los productos en los mercados más importantes de Inglaterra.
Allí, y a esa edad, creé mi primera empresa, desarrollando mi actividad durante veinte años hasta que la realidad nos impuso, después de profundas dudas y deliberaciones, que había llegado el momento de cambiar de actividad empresarial, hecho que nos deparó no pocos desasosiegos. Este cambio de actividad fue debido a que los productores agrícolas canarios no teníamos las mismas oportunidades que los productores agrícolas de Almería, que empezaba a introducirse en el mercado inglés.
Mientras que el productor de Almería podía colocar sus tomates en el mercado inglés en un plazo de veinticuatro horas por carretera, sin necesidad de pasar aduanas, el productor canario tarda como mínimo tres días en llegar al mercado, tiene que pagar fletes, carga y descarga, transporte por carretera, aduanas, etcétera. Es decir, no teníamos igualdad de oportunidad para competir en el mercado.
Todo esto lo expongo antes de hablar del magnífico artículo, no como meras historietas de persona entrada en años, sino para que nuestros jóvenes sepan, antes de nada, que les comprendo desde la experiencia vivida, pues fui uno de ellos durante veinte años, cuando además las comunicaciones actuales, no estaban aun, ni en las fantasías literarias de las mentes más privilegiadas.
Recoge el Sr. Mederos el sentir de un nutrido grupo de jóvenes canarios que se han visto obligados a salir de nuestra tierra ante la falta de oportunidad que la misma ofrece, y en la que sienten que sólo pueden prosperar unos pocos elegidos vinculados a determinados círculos.
Se trata de jóvenes emprendedores de largo recorrido, según constata, por lo tanto debemos hacer una profunda reflexión sobre lo que pasa en Canarias y la falta de voluntad de encontrar solución alguna.
En mis artículos, he venido repitiendo hasta la machaconería, la urgente necesidad de cambiar el modelo económico y social de Canarias, y siempre finalizo los mismos con la apostilla, «se lo debemos a nuestros jóvenes».
Se preguntaba el Sr. Mederos que si tan poco han cambiado las cosas desde que Benito Pérez Galdós se instaló en Madrid y criticó, con severidad, la situación en las Islas? Pues le debo decir, que si han cambiado, pero en muchas cosas a peor, y me explico.
Somos unas islas con escasísimos recursos naturales, tenemos el territorio fragmentado y lejano del continente europeo, un territorio con una orografía singular y distinta en cada una de ellas. Estas condiciones, que dificultaban enormemente nuestro desarrollo económico y supervivencia, han sido advertidas a lo largo de toda nuestra historia por los responsables de nuestro país en cada momento y motivó que en Canarias siempre hubiese una fiscalidad diferenciada al resto del territorio español, hasta llegar a los Puertos Francos, y en definitiva, a consagrar en Canarias la libertad de importación y exportación, las franquicias aduaneras y al consumo, y a la no existencia de monopolios en nuestro territorio.
Esto posibilitó el desarrollo de la actividad económica y del empleo, el crecimiento de nuestras más importantes infraestructuras, puertos y aeropuertos, y llegarnos a convertir en la década de los años 70, en el supermercado de la costa occidental de África, de tal suerte que en el año 1991 permitió que Canarias facturara 40.000 millones de pesetas en exportaciones de nuestros comercios.
Pero en el año 1991, después de años de negociaciones, se produce la plena integración de Canarias en la entonces Comunidad Económica Europea, desechando el famoso protocolo 2 que implicaba el beneficio fiscal para toda la sociedad, a cambio de financiación extraordinaria –que es una forma elegante de hablar de subvenciones- para determinados sectores económicos.
Esto es lo que ha provocado el cambio de ordenación económica y social en nuestro archipiélago, y ha traído consigo, el evidente crecimiento de la desigualdad en nuestra sociedad.
Y además ha sido el origen y el mantenimiento de las alianzas entre una parte del poder político y económico en nuestra tierra, que tanto mal ha ocasionado a la sociedad en general, pero ha beneficiado tanto a unos pocos en particular.
Desde el año 1991, hasta la actualidad, determinados sectores económicos reciben anualmente más de doscientos setenta millones de euros, y si vemos la evolución de estos sectores, casualmente han ido perdiendo actividad económica y empleo, es decir, el destino de esos fondos han sido fallidos, por múltiples causas, claro está, pero fallidos.
Aun así, a pesar de la evidencia de la ineficacia en la actividad económica y en el empleo de esos fondos, continuamos con el mismo modelo económico, social y fiscal, sin que haya autoridad alguna que se plante y decida cambiarlo en beneficio de la sociedad canaria en general.
Me gustaría que estos jóvenes, tan preparados, emprendedores de largo recorrido como bien dice el Sr. Mederos, que los jóvenes que hoy están en la universidad y que este año, el que viene y el otro, saldrán al mercado laboral, sepan que Canarias tiene un Régimen Económico y Fiscal propio, que es acervo histórico de nuestra tierra, y que es una herramienta perfecta para crear actividad económica si se diseña y desarrolla en beneficio de toda la sociedad.
Me gustaría que estos jóvenes, todos nuestros jóvenes, opinen sobre estas herramientas que pertenecen a la sociedad canaria en su conjunto y por tanto, también a ellos les pertenece.
Porque el silencio lo único que ha permitido, es que cada cuatro años nuestras autoridades planteen los mismos instrumentos económicos y fiscales, haciendo mantener el actual status quo y dificultando el acceso al desarrollo económico y laboral. Ha permitido que seamos el único territorio español y europeo que no tiene los mismos derechos y libertades que el resto, basta con hablar de la no existencia de libertad de circulación de mercancías, tal y como expuse en mi último artículo publicado aquí, en este periódico.
Esos jóvenes deben saber que no estarán solos en este asunto de vital importancia para Canarias, porque ya somos muchos los que estamos empujando para que el cambio se produzca, para que el REF sea en beneficio de toda la sociedad canaria, no por nosotros, que ya estamos en otra etapa de la vida, sino por el convencimiento de que debemos dejar a las generaciones venideras una Canarias mejor, una Canarias con igualdad de oportunidades que el resto de españoles y europeos. Es lo que deseo para nuestros jóvenes.
Antonio Rodríguez Suárez, español nacido en Canarias.